Los comedores de SEAT, en la Zona Franca son un conjunto de edificios emblemáticos y catalogados de Barcelona, porque en 1957 obtuvo el primer premio Reynolds Memorial Award a la arquitectura construida en aluminio, concedido por el American Institute of architecture. En aquella época fue un acontecimiento de gran impacto, tanto en España como en Europa, por tratarse de un jurado de gran prestigio y destacados miembros, como William Dudock y Mies van der Rohe.
Don José Ortiz-Echagüe que había dirigido la construcción de la factoría SEAT de Zona Franca desde sus inicios, en 1953 encargo a su hijo César Ortiz-Echagüe el proyecto de los comedores. Lo hizo con algunas reticencias debido a que su hijo hacia poco que había acabado la carrera y no tenia demasiada experiencia, y si finalmente se lo encargo fue porque se trataba de un edificio pequeño (en comparación con los talleres), por lo que en principio no deberían surgir dificultades, el único condicionamiento era que se debían servir 2.000 comidas diarias en dos turnos.
Cesar Ortiz_Echagüe pensó que ya que la fábrica, con sus cadenas de producción, era un escenario bastante gris, aburrido y monótono, los empleados merecían, a la hora de comer, un ambiente distinto, un edificio transparente rodeado de flores, agua y árboles, a lo cual podía contribuir el buen clima de la zona. Antes del proyecto definitivo fechado en julio de 1954, hizo dos anteproyectos con fecha de Diciembre de 1953 y febrero de 1954.
Se unió con los también arquitectos Manuel Barbero y Rafael de la Joya para realizar el proyecto, que constaba de cinco comedores, tres para obreros, uno para empleados y otro pabellón para ingenieros, porque era necesario mantener la separación clasista de la época.
Para conseguir el máximo de acristalamiento se pensó en una estructura de perfiles de acero, que a pesar de las dificultades, ya empezaba a utilizarse en España.
Se hicieron los cálculos de la estructura y de la cimentación, y el resultado fue que a pesar del poco peso de la estructura, el terreno no era lo suficientemente estable para soportarla si no se recurría a cimentar con pilotes, resultando que el precio de la cimentación era tan caro como el edificio a construir.
Al comentarlo con su padre, este le dijo:
“Por qué no lo intentáis con aluminio, el aluminio es diez veces más caro que el acero, pero a lo mejor con lo que os ahorráis de cimentación compensa, y además es un material muy resistente al óxido y puede aguantar muy bien el clima marítimo en el que está situada la fábrica”.
Su padre conocía las cualidades del aluminio porque había estado trabajando en la empresa aeronáutica CASA , y como también conocía al personal, puso a su hijo en contacto con el ingeniero de proyectos Ricardo Valle y el también ingeniero Erardo Herrera, después de unos cálculos iniciales llegaron a la conclusión de que el conjunto resultaba más económico a pesar de que el aluminio era más caro, ya que la cimentación consistiría en unas placas de hormigón armado flotante sobre el húmedo terreno. Así que se opto por emplear el aluminio.
Era un proyecto complejo, porque en España no había precedentes de edificios realizados con aluminio, ni publicaciones sobre el tema, de modo que tuvieron que partir de cero para realizar todos los cálculos de la estructura. Entre otras cosas se tuvo de tener en cuenta que el coeficiente de dilatación del aluminio y del muro de tochos es muy distinto. Pero no todo eran inconvenientes, también habían ventajas, pues al ser el aluminio tan ligero no hicieron falta grúas para la construcción.
la estructura se recurrió a los perfiles de aluminio que empleaba CASA en la construcción de los aviones, excepto en los perfiles de las puertas y ventanas que se hicieron con perfiles convencionales de hierro porque no los había de apropiados en la construcción de aviones.
A modo de persianas se utilizaron unos alerones que giraban por medio de un mecanismo similar al usado en los trenes de aterrizaje, permiten la protección solar y una iluminación muy agradable. Estos alerones se dispusieron verticalmente en unas ventanas y horizontalmente en otras.
En el interior, un gran pasillo une los distintos comedores con la cocina y almacenes, y en el subsuelo, casi coincidiendo con este pasillo existe una galería transitable por donde discurren las canalizaciones de agua, gas, electricidad, desagües, etc.
En el exterior, otro pasillo con estructura y cubierta de aluminio une las diversas entradas de los comedores y frente al comedor principal existe una plazoleta cubierta por una gran marquesina de aluminio que se sustenta sobre un único mástil, en lo alto del cual puede ondear una bandera. Esta marquesina resistió las avatares climatológicos durante 40 años, pero un fuerte vendaval consiguió arrancarla parcialmente en el 2004, pero posteriormente fue reconstruida.
En el interior de los comedores, como aislante térmico y acústico, se colocaron debajo del aluminio placas de yeso perforado atornilladas directamente a la estructura, sin embargo en la cocina, por debajo de las cerchas, se cubrió con chapa de aluminio para que funcionase como una gran campana de humos.
En el comedor de ingenieros y con instrucciones de Ortiz-Echagüe, los hermanos Picardo pintaron un gran mural representando la historia del automóvil en la que aparece el 600, actualmente debido a la humedad y a la falta de atención este mural esta un poco deteriorado. También cabe mencionar que algunos elementos del mobiliario fueron diseñados por el equipo de Cesar Ortiz.
Durante muchos años funciono la calefacción original, diseñada por aire caliente, aunque el rigor de los veranos actuales obligo a modificarla para incluir la refrigeración, , aunque se ha mantenido la estructura inicial.
Los comedores empezaron a funcionar en 1956 y durante décadas cumplieron plenamente su función, pero actualmente, con el traslado de SEAT a Martorell, tan solo funciona un comedor de los cinco que había. Al resto se le están buscando otras utilizaciones para garantizar su conservación y evitar que la falta de un mantenimiento adecuado cause su degradación.
Rafael Echaide decia: “La única posibilidad de supervivencia de un edificio reside en su valor, pero eso no es suficiente porque además es necesario que la sociedad sea consciente de ese valor y esté dispuesta a conservarlo”.